25 abril, 2020

Prólogos


LA LEYENDA DE ESTA OBRA
(prólogo de Hilsen y Denia; el guerrero y la doncella)

Cuenta una leyenda, que esta historia que tienes en las manos, antiguamente fue narrada, pero en el transcurso de su vida, se encontró con un gobierno represor; el cual, empleaba la violencia para acabar con la cultura. Y esta obra, al igual que muchas otras que resaltaron durante esa época, fueron prohibidas y perseguidas, y todo por la envidia que tenía el poder de los sabios y artistas, que eran más queridos, admirados y seguidos por el pueblo.

Aun así, esta obra fue imprimida por algunos ciudadanos y escondida bajo llave para que no fuera encontrada; pero el poder, ofreciendo recompensas a corazones desleales, halló los ejemplares y los quemó en las plazas principales. También, hubo otros que la representaron en teatros clandestinos; pero de nuevo, el poder, y utilizando la violencia, clausuró los locales ilegales y escarmentó a los responsables con castigos ejemplares.

La obra fue encarcelada, pero se expresó a través de una ventana; la obra fue torturada, pero con la dureza del diamante, resistió los tormentos a los que la sometieron; la obra fue derribada, escupida y pateada, pero siempre se levantaba con más fulgor en su mirada; la obra fue humillada, sometida y engañada, pero su amor a la vida nunca disminuía. Aun así, y finalmente, y a pesar de superar el sinfín de contradicciones que conlleva librar la particular batalla entre la espada y la pluma, la obra fue prácticamente destruida, pues ya no quedaban ejemplares y eran muy pocos los que la conocían.

Después de suceder todo eso, el poder se reunió en un castillo tenebroso, bajo una noche sombría repleta de nubes y con luna llena; al lugar se accedía por un camino sinuoso, delimitado con barrancos a ambos lados y que terminaba en una cumbre afilada, donde estaba coronado el castillo: la imagen estremecía. Allí dentro, como decía, estaba el poder reunido, en una sala fastuosa pero también bizarra, a causa de diversas pieles y cabezas de animales salvajes que ornamentaban el lugar. También, había una lumbre que caldeaba el ambiente, y enfrente de ella se encontraban los villanos, concluyendo que la cultura y el arte estaban tan abatidos que nunca más se levantarían, así que dieron el tema por zanjado y celebraron la victoria.

Al finalizar la celebración, los poderosos se aseguraron de que los últimos rescoldos de la lumbre estuvieran apagados y salieron del lugar, dando un fuerte portazo. Pero al hacer eso, provocaron un golpe de aire que arremolinó las cenizas de la lumbre y avivó el centro de las brasas, mas rescató de allí una pequeña partícula incandescente que se llevó a través de la sala, la condujo por el resquicio de una ventana y la liberó de esa sala corrupta y morada del diablo. Luego, esa pequeña partícula fue revoloteada por el aire como si fuera una mariposa de fuego hasta que llegó a una humilde casa de piedra con un tejado de paja; donde entró por la chimenea y cayó encima de un manojo de paja. Precisamente, en esa misma morada y en ese mismo instante, había un grupo de sabios y artistas, debatiendo la manera de recuperar sus obras y conocimientos perdidos. Ellos, al ver esa partícula candente caer encima de la paja y formar una llama, se lo tomaron como un atisbo para dejar de discutir y pasar a la acción, y a los pocos minutos, decidieron representar y publicar aquellas obras prohibidas, repartirse el trabajo para cumplir con éxito su empresa, y preparar todo para llevar a cabo su plan; siendo su primer paso, cuenta la leyenda, representar esta obra.

Así pues, al cabo de unos meses, llegó el día señalado; y a esas alturas del día, el sol atravesaba el horizonte, se oscurecía el cielo, una neblina recorría las colinas, y un lugar escondido se abarrotaba de gente para ver la representación de la obra. Allí, los actores y las actrices se disfrazaban de sus personajes, practicaban muecas enfrente de los espejos y maquillaban sus teces; y por otro lado estaba el público: había quienes buscaban un lugar donde sentarse, quienes conversaban con sus conocidos, o quienes simplemente estaban expectantes por que empezara la obra; y también, entre todos ellos, había un escritor que preparaba una mesa al final de la sala para transcribir los diálogos y hacer un copia. Finalmente, se levantó el telón y su rojo carmín dejó paso a la primera escena: una pareja hablando en medio de un bosque, al pie de una cascada; y entre antorchas y paredes gruesas, se escenificó toda la obra.

Cuando esta terminó, los actores salieron al escenario para saludar al público, y este respondió vitoreando su trabajo y lanzando flores a raudales sobre el escenario. A todo esto, y entre todas las demostraciones de júbilo que se estaban mostrando, la actriz principal cogió una rosa del suelo para atarla en sus cabellos enmarañados; pero al hacerlo, se clavó una espina afilada en su dedo corazón, mas cayó una gota de su sangre al suelo, que ella misma interpretó como un mal agüero, pero no dijo nada y se quedó angustiada. Y así fue, y el presagio se cumplió: cuando todos estaban empinando sus codos y celebrando el mérito de representar esta obra, una antorcha cayó al suelo y provocó un trágico incendio; el cual, se llevó la vida de todos menos uno: el escritor que la transcribía. Este, como se encontraba ajeno a la celebración y anexando unos apuntes a uno de los actos, estaba al lado de la salida cuando las llamas se reflejaron en sus ojos, y sin tener tiempo para más, cogió la obra y salió corriendo del lugar. El escritor sabía el valor que tenía esa obra, y bajo su túnica negra la escondió, con el único plan de realizar más copias.

Aun así, cuando el escritor se dirigía a su casa para esconder su tan preciado tesoro, un soldado del gobierno le vio correr por las calles oscuras, y muerto de envidia por el talento que tenía, trazó un plan para acabar con su vida: lo hizo de manera limpia para no levantar sospechas y echó veneno en su bebida, y con este actuando en su cuerpo mientras dormía, se fue su vida. El escritor, antes de morir, dijo: “Solo me queda la esperanza”. Él fue enterrado con todo lo que llevaba, y con él esta obra, que fue muerta y olvidada.

¡Oh, qué infortunio impuesto por el destino!: ¡cubierta por la tierra, fría y sin palabra!; ¡señalada con un dedo y condenada con el otro! ¡¿Qué será de nosotros, ignorantes de una historia como esa?! ¡Separados de sus personajes, ensordecidos de sus palabras!; ¡emociones perdidas, sentimientos olvidados y finalmente…! Silencio.

¡Qué gran historia separada de la generación moderna!: ¡esperando ser encuadernada y repartida cual arte de magia!, ¡buscando ser leída con prisas y sin mediar palabra!: ¡pasando de página, cual gallina ponedora hace su faena diaria! ¡Qué gran historia separada de la generación moderna!: ¡esperando ser fabricada por el trabajo en cadena!: ¡hecatombe del ser humano y el mayor asesinato de la historia!; ¡sin culpables, conspiradores, ni asesinos, solamente víctimas del destino!; ¡apagando su llama de vida a cada instante y adormecidos hasta el fin de sus días!; ¡y obligados a vivir cual animal de granja! Hasta que un día, el animal decide sortear su destino, y sabiendo la vida que le espera, trazar un camino alternativo: una cuerda, una rama, un animal y un camino.

¡Qué gran generación la moderna!: ¡enorgullezcámonos todos y abracémonos unos a otros engañando otro día más a nuestras conciencias!; ¡estrechemos nuestras manos y felicitémosnos!; ¡lo hemos conseguido, hemos dado otro día más la espalda a la verdad! ¿Y qué es la verdad?, os preguntaréis algunos. Buen amigo, yo no conozco la verdad, pero sí la mentira y la falsedad: sabiduría de la gente mayor apartada cual manzana podrida separada de su saco; inocencia despierta de los niños, brotes verdes de alegría a cada instante, pero víctimas de nuestros castigos y látigos: he aquí nuestro mundo, he aquí nuestra creación, he aquí este teatro tan bien montado: con sus personajes principales y un público expectante de sangre, que cada día forman este teatro mayúsculo llamado vida.

¡Qué cruel destino nos depara la vida!: ¡poderosos con ansias de destruir y humildes separados de su fin!; ¡sombras y luces en guerra y animales que se destruyen sobre la Tierra!; ¡vivos deseando morir y muertos rezando para vivir! Y entre ellos, un dramaturgo y un manuscrito, enterrados juntos bajo tierra.

Hasta que un día, unas manos sucias de arena y barro, arremangadas a causa de pico y pala, remueven las entrañas de la tierra, y descubren una tumba con una lápida, amenazante de palabra:

Buen amigo, por Jesús, abstente
de cavar el polvo aquí encerrado.
Bendito sea el hombre que respete
estas piedras, y maldito el que
remueva mis huesos.

El profanador encuentra el cadáver, dramaturgo falto de poesía, huesos y cráneo desordenados, y entre sus pertenencias, una obra de teatro escrita de su puño y letra; y recogiéndola de sus manos protectoras y haciendo caso omiso de su aviso, encuentra el tesoro perdido bajo tierra; y ensuciando el silencio de las primeras páginas, resucita la historia; y esta, ahora sí, acaba AQUÍ, y acaba AHORA.